La montaña rusa de la maternidad no sólo ha estado acompañada de experiencias maravillosas al lado de nuestros hijos, también han estado presente los miedos y las incertidumbres.
Anécdota
Cuando Juan Andrés tenía un año, aún no caminaba. Un día salimos al parque y nos encontramos con otra familia, su bebé tenía 5 meses y gateaba como si el pasto y él fueran uno solo. Se acercaron y me preguntaron la edad de Juan. Yo respondí que acababa de cumplir el año y, con cara de asombro, me preguntaron por qué no caminaba y hasta me recomendaron un pediatra ¡buenísimo! que nos ayudaría con el tema. De momento pensé en tomar su consejo, pero luego recordé que no se trata de una carrera en la que gane el que “haga más” o más “rápido lo logre”.
Y si, algunos, por no decir muchos de sus zapatos se quedaron guardados un muy buen tiempo y aunque no los usara para caminar no se imaginan el “look” tan perfecto que creábamos en torno a él. Juan Andrés no caminaba, pero hablaba como si no hubiera un mañana. Sus primeras palabras fueron “Papá”, “tete” y “zapato”, cuando aún tenía 8 meses de edad.
Entonces, ¿para mí qué es la maternidad?
La maternidad es precisamente eso, respetar y dejar fluir el proceso de cada uno de nuestros hijos. Si contáramos los pasos que han dado para aprender no sólo a caminar, sino a hablar, comer solos, ir al jardín, aprender colores y números, descubrirse, encontrarse y ser ellos. Eso sí, nuestros pasos como padres también cuentan, jamás se olvidan. Las primeras noches en vela, levantarse cada cinco minutos a confirmar que están respirando, la primera salida con la pañalera repleta de cosas que solo llevamos “por si acaso”, las vacunas, su primera gripe sumado a todo lo que aún nos falta por vivir.
Hoy admiro cada paso que has dado para ser una mejor versión ti mismo, para ser un gran padre y maestro de vida. Sin duda, estos que hoy caminas, serán una gran y hermosa huella en el futuro.