El 2020 puso a prueba al sistema educativo y a las familias, pues con los colegios trasladados a la virtualidad todos aprendimos de flexibilidad y adaptación. Pero a lo que más aprendimos, fue a valorar los roles que tanto los profesores en el colegio, como la familia, cumplen en la vida de un niño.
Mientras la reunión con tu jefe se transmitía por zoom, tú ibas abriendo el enlace de la clase de música de tu hijo y lo ubicabas cerca de ti en un escritorio improvisado en el comedor de la casa. Pero en la casa de tu compañero de trabajo, él intentaba mantener su atención en la misma reunión de zoom mientras escribía en el chat de las familias del salón de su hijo porque el enlace que envió la profesora ayer no funcionaba.
Y en la casa de esa profesora, ella intentaba explicarles a los niños un ejercicio matemático mientras su hijo le preguntaba dónde estaban las tijeras y el papel globo para hacer la manualidad que, su profesor le indicaba a través de otro dispositivo. Y así sucesivamente, de casa en casa, de familia en familia, hay miles de historias alrededor de las clases virtuales, y en cada una de esas historias yo me pregunto ¿cómo hacemos las mamás para ser profesoras?
Por eso quiero compartirte lo que yo aprendí sobre mis dotes de docente, y espero que al final de este artículo me dejes tu comentario, contándome lo que tú aprendiste.
1. Aprendí a valorar antes de criticar:
Durante los meses de colegio netamente virtual, descubrí que TODAS las instituciones educativas de Colombia hacen un esfuerzo enorme por adaptarse para mejorar su servicio, y que la mayoría de las familias, no notamos esos esfuerzos sino que vemos la falla administrativa, o el error humano de algún profesor. Y yo quisiera que el país le haga un homenaje a los profesores, a su paciencia, a su amor, a su capacidad de contener y a su talento, porque en estos meses fueron soporte para los niños y para nosotros los papás.
2. Aprendí a observar más a mis hijos:
Entendí que uno de mis hijos necesita moverse más y le ayudé con unas pausas activas que lo centraron y le sirvieron en sus clases. Aprendí a mirarlos cómo se concentraban en sus computadores, se rascaban la cabeza, se mordían los labios o bostezaban, y con esas señales pude acompañarlos sin señalarlos tanto y sin quererlos controlar todo el tiempo.
3. Aprendí a confiar en mí:
Aprendí también a valorar mi labor como mamá y como profe, y me di cuenta que muchas tenemos talento aunque nos hubiera costado descubrirlo y aunque no nos dedicaríamos a la educación escolar.
4. Aprendí a soltar el control:
Me encantó darme cuenta que yo no controlo el proceso académico de mis hijos, que son ellos y el colegio quienes llevan la batuta y yo soy quien garantiza que ellos crezcan sanos y felices, quien los acompaña a crecer en responsabilidad y quien ya cursó el preescolar y la primaria por más que quiera volver a hacerlo por sus hijos.
Un aplauso para todos. Para los profesores y los colegios, para las mamás, papás y hermanos mayores ayudando. Pero un aplauso con ovación de pie, para los niños por su actitud y valentía.