“¡No cojas eso! ¡No te metas ahí! ¡No corras!” Son frases que decimos muy seguido a nuestros hijos. Pero a veces quisiéramos decir menos que no.
No es lo mismo decir no corras, a decir por favor camina. En el fondo cumple el mismo objetivo pero el “no” tiene una connotación negativa y el efecto inmediato del NO, puede ser desconcertante para el niño, afectar su autoestima y frenar su curiosidad natural que es su fuente primordial de aprendizaje.
Así de grande es el poder del lenguaje con el que nos comunicamos con nuestros hijos.
Por la educación que tuvimos es automático, más fácil y más corto para nosotros decir no grites, habla más bajito, y para interiorizarlo debemos hacer un gran esfuerzo, pero se puede lograr y verán que trae muy buenos resultados.
No se trata de decir siempre que sí, y convertirnos en padres demasiado permisivos. El objetivo es cambiar el lenguaje, usar menos el lenguaje negativo con nuestros hijos y reemplazarlo por otras palabras que manden el mismo mensaje pero que suenen mejor. Por supuesto que hay momentos en que el NO es necesario, por ejemplo si el niño va a quemarse con el fogón, decimos inmediatamente, “no, nunca toques el fogón”, ó “no te acerques al fogón”. En estos momentos necesitamos una instrucción firme y clara si la salud del niño está en juego.
Te damos algunos ejemplos para cambiar ese lenguaje negativo por un lenguaje positivo:
Cambiar esto | Por esto |
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No juegues con la comida | La comida es para comer |
No grites | Habla en voz baja |
No golpees a los amigos | Debes tratar a los amigos con cariño |
No rompas el libro | El libro es para mirar y leer así |
No empujes | Pide permiso para pasar |
No cojas eso sin permiso. | Pide las cosas prestadas |