¡Hola! Soy Juana, soy gineco-obstetra, trabajo parto respetado y soy asesora en lactancia. Soy mamá de dos hijos, Antonio de 3 años y Joaquín de 1 año. Les quiero contar un poco mis historias de lactancia y cómo llegué a ser asesora.
Cuando quedé embarazada de Antonio, siendo gineco-obstetra estaba segura de querer un parto vaginal. No sabía mucho del parto respetado, así que tuve un parto vaginal exitoso, pero intervenido: oxitocina, ruptura de membranas, anestesia raquídea y también epidural.
¡Cuando finalmente tuve a mi hijo en brazos y quería amamantar… sorpresa! No se pegaba al pecho. Pero ¿qué pasaba? Yo no tenía ni idea; así me di cuenta de que los médicos no sabemos de lactancia, no nos enseñan nada de esto durante la carrera. Como yo no sabía solucionarlo entonces acudí a las enfermeras; ellas me ayudaban a pegarlo sin éxito y finalmente me recomendaron usar pezoneras y dar leche de fórmula con jeringa. Ahí me di cuenta de que ellas tampoco saben mucho de lactancia, ya que al igual que los médicos tampoco les enseñan durante sus estudios.
Así pasaron esos primeros días; ya en casa yo intentaba pegar a Antonio a mi pecho sin lograrlo por horas. Empecé a notar que mi hijo perdía mucho peso. Yo estaba desesperada, lloraba todo el tiempo. No sabía qué hacer, lo único que se me ocurría era darle tetero con leche de fórmula.
Teniendo mi hijo 10 días de vida, a mi esposo se le ocurrió buscar a una pediatra que él conocía y que era experta en lactancia. Gracias a la vida ella fue a mi casa y pesó a Antonio… ¡Estaba pesando 2300 gramos, cuando había pesado casi 3000 al nacer! Había perdido tanto peso que ya era necesario cangurearlo. Ella me dijo: si para mañana ha seguido perdiendo peso, lo tendremos que hospitalizar. Me enseñó toda la técnica para amamantarlo: posiciones, cómo estimular su reflejo de succión, qué hacer si no se pegaba, etc. ¡Al día siguiente volvió y mi bebé ya no estaba perdiendo peso! Eso me dio mucha seguridad para seguir adelante, sabía que lo iba a lograr. Tardé más de dos semanas en lograr que Antonio aprendiera a succionar bien de mi pecho y dos meses en que se recuperara por el peso que perdió, pero lo logramos. ¡Tuvimos una lactancia exitosa!
Por todo lo que viví me convencí de que era necesario que el personal de la salud tuviera conocimientos de lactancia. Y tenía que empezar por mí… tenía que capacitarme. Me dediqué a estudiar y mientras lo hacía aprendí que este tema tenía mucho que ver con el parto. Aprendí que el poco reflejo de succión podía ser causado por las intervenciones recibidas durante el trabajo de parto y parto; los medicamentos analgésicos tienen un papel importante en este sentido. Aprendí que el uso de intervenciones innecesarias y de oxitocina pueden aumentar el riesgo de depresión y tristeza postparto. Así que decidí que con un próximo bebé la historia sería distinta. Y quedé embarazada de mi segundo hijo.
Para el parto de Joaquín me preparé emocionalmente para tener un parto respetado, no intervenido e idealmente sin uso de analgésicos. Tuve una doula que me acompañó todo el embarazo y cuando empezó el trabajo de parto estuvo conmigo y mi esposo todo el tiempo en casa. Cuando ya el dolor era intenso llegué a la clínica y estaba lista para tener a mi hijo. Lo tuve yo sola, en mis términos, como yo quise, sola y sin ayuda de nada ni de nadie. ¡Lo logré! ¡Yo lo logré, como una guerrera! Y cuando nació lo tuve sobre mi pecho todo el tiempo. Nadie me lo quitó para pesarlo, medirlo o mucho menos vestirlo. Dejamos que Joaquín siguiera sus instintos y buscara solo el pecho, se agarrara solo porque creíamos en su capacidad de hacerlo; no le ayudamos y solito lo logró. Tuve una segunda lactancia exitosa desde el primer instante.
Así que yo tengo dos hijos, dos historias de parto y de lactancias completamente diferentes. Quiero que al contarles mis historias sepan que entiendo lo difícil que puede ser. Entiendo si no pudieron sacar adelante su lactancia. Pero quiero animarlas a abrir la mente a otras posibilidades, a dejar de lados los miedos y prejuicios y buscar el apoyo necesario para vivir lo que quieren vivir, así sea para una siguiente oportunidad. Y si no van a tener otra oportunidad, apoyen a otras mujeres y anímenlas a conseguir sus objetivos. ¡Sí se puede, con apoyo, con conocimiento, con seguridad y con SORORIDAD!