De manera natural los papás queremos saber qué piensan nuestros hijos y, muchas veces, conversamos suponiendo lo que responderán, o guiando la conversación hacia lo que queremos que respondan. En esas conversaciones, nos encontramos con monosílabas de respuesta y nos frustramos porque sentimos que nuestros hijos no quieren hablar con nosotros.
¿Cómo entonces podemos lograrlo? Aquí algunas ideas para generar conversaciones espontáneas y honestas en familia:
1. Suspende los prejuicios:
Antes de abrir un tema de conversación con los hijos, los papás deberíamos repetirnos “responda lo que responda, lo amaré”, pues a veces parece que conversamos con los niños esperando una respuesta determinada. Y nada más cortante que un papá señalando cómo debería pensar el niño ante la situación de la cual está compartiendo algo. Son ellos, son niños y están estableciendo sus propios criterios, entonces neutralicemos nuestros prejuicios y no nos escandalicemos ni profeticemos frente a los temas, permitamos que construyan sus opiniones, y acompañémoslos con prudencia y respeto. La meta no es que piensen como nosotros, sino que compartan lo que piensan.
2. Cuenta tu historia:
No se trata sólo de saber lo que piensan los niños. Comparte también tu historia o lo que piensas sobre determinada situación, pues conversar en familia te acerca a tus hijos en la medida en que todos se conocen, y construyen el hábito de confiar en el otro, no juzgar y respetar las diferencias.
Muchas veces, en vez de preguntar “¿cómo les fue en el colegio?” podríamos empezar por contarles que hoy en nuestro trabajo conocimos a alguien interesante, aprendimos algo de la ciudad, o quedamos preocupados después de alguna reunión. Compartirles la vida que tenemos más allá de ellos, es también una manera de enseñarles a ser empáticos con todos los miembros de la familia.
3. Observa los detalles:
Cuando un niño habla, su cuerpo dice mucho más que sus palabras. Con algunos temas se mecen o empuñan las manos, con otros se emocionan y suben el tono de voz, o muchas veces bajan la mirada y las palabras salen entre dientes. Reconocer qué temas les dan miedo, alegría o pena, te permitirá indagar mejor y retomar unos días más tarde para acompañarlo a procesar esas emociones.
4. Abandona los objetivos:
En las familias se debería conversar para nada más que conversar. No necesitamos llegar a un manifiesto familiar después de cada conversación, ni dejar temas cerrados con conclusiones o moralejas. Suelta la meta de meterte en la mente de tu hijo, no escarbes más de lo necesario y permite que los temas vayan fluyendo de acuerdo con los momentos de la vida en los que están, los intereses y las pasiones de cada uno. Mejor dicho, hablen por hablar.
5. Genera una experiencia:
Si has observado lo suficiente, tendrás herramientas para “atar cabos” o para relacionar un libro, un juego o una película al tema del que hablaron días atrás y en el que, según tu intuición, podrían ahondar más. Vayan al zoológico e investiguen sobre la forma de relacionarse de las cebras, busquen en un libro a ese personaje que está triste porque perdió un partido de fútbol, o encuentren en la película el tema del duelo por la partida de un ser querido, pues poner afuera del niño las situaciones, le ayudará a entenderlas e integrarlas a su sentir sin debates con conceptos muy elaborados.
Son sólo 5 claves que me han funcionado hablando con mis hijos en diferentes etapas de sus vidas, y que me propongo implementar frecuentemente para que conversar sea un hábito espontáneo que disfrutemos siempre.