Cuando pensé en casarme y tener hijos, siempre pensé en que no fuera uno, sino dos o tres; siento que mi vida está llena de experiencias bonitas en gran parte porque soy una, de tres hermanas. Si bien respeto la decisión de cada familia de decidir el número de hijos, me parece que los hermanos son unos grandes aliados en la vida, nuestros primeros amigos, y con quienes crecemos a lo largo de ella, tanto física como espiritualmente.
Sin embargo, las cosas parecen complicarse cuando ya tenemos un hijo, y debemos tomar la decisión de cuándo empezar a “buscar” el segundo. Muchas cosas pasan por nuestra cabeza, y por la cabeza de todos desfilan estas ideas: “Me gustarían seguiditos pero qué pesar del primero no poder disfrutar a fondo sus etapas porque ahí va a estar el hermanito”; “Si espero mucho tiempo después no juegan juntos y nunca coinciden en nada”; “No sería capaz de amar al segundo igual que al primero entonces no estoy segura de querer otro”; “Si no espero varios años, los primeros años con dos bebés van a ser muy difíciles”; “Si espero varios años para tener el segundo, seguro me daría pereza luego porque el primero ya habrá dejado el pañal, el tetero y eso es como volver a empezar”.
Todas las anteriores son tan falsas, como verdaderas. Así como no podemos establecer un momento ideal para tener hijos, tampoco podemos hacerlo para decir cuándo darle un hermano a nuestro hijo.
Pero si, como familia han decidido dar este paso, tengo unos buenos consejos que ayudarán a que ese par de personitas se la lleven muy bien, y puedan establecer una relación más de amistad que de otra cosa:
- INVOLUCRAR AL MAYOR, SIEMPRE: Desde la primera ecografía, podemos ir entrenando a nuestro hijo mayor para “ser hermano”, compartiendo con él el embarazo desde todas las perspectivas. Mostrar la barriga, jugar a imaginar al hermanito, ponerlo a echarnos la crema para las estrías, opinando sobre la ropa, juguetes o decoración del cuarto; él debe sentir que es importante en este proceso. Existen opciones infinitas de irlo incluyendo, pero los libros son una opción que me encanta. En la sección de niños de cualquier librería en general, encontrarán libros que hablen sobre la llegada de un hermano; es un buen plan familiar leer, una y otra vez, los cuentos que traten esta temática.
Cuando el bebé nazca, también debemos involucrarlo, empoderándolo de ser “el grande de la casa”, el que puede pasarnos el trapito, sacar los gases o contarle al hermano cómo se juega a las muñecas.
- VALIDAR SUS EMOCIONES: Sí, no esconder ni privar a nuestro hijo de sentir. Lanzar frases como “entiendo que estés celoso, pero te lo aseguro que en mi corazón caben los dos” son mucho más pertinentes que “tienes que querer a tu hermano”. Contarle historias de cuando éramos pequeños (o inventarlas), lo hará sentir mejor, si detallamos que también nos sentimos mal, tratamos de llamar la atención de otras maneras, pero al final siempre nuestros padres pudieron amarnos a ambos, y amarnos entre nosotros. Es importante prestar mucha atención a esas conductas que dejan ver la manifestación de “algo” cuando el hermanito llega, y es normal que haya retrocesos como volver al pañal, al tetero o al chupo. En vez de rechazar este tipo de cosas, debemos tratarlas con suavidad y tener muy presentes que nuestro hijo mayor se siente desplazado, y es válido.
También es normal que el hijo mayor “ataque” de alguna manera al menor, debemos ser bastante asertivos al reaccionar a este tipo de eventos pues una reacción excesiva abonará el terreno para futuras peleas.
- PASAR TIEMPO A SOLAS CON EL MAYOR: Sí, aunque es complejo, es un muy buen consejo. Así sea en la casa, propiciar espacios en donde solo el mayor reciba nuestra atención, es importante. Afianzar esa zozobra de si lo queremos igual, establecer la confianza otra vez (ellos a veces sienten que los traicionamos), crear conexiones muy valiosas, es necesario. Incluso hemos acordado, en varios talleres, que es el mayor quien más tiempo necesita, tanto de calidad como en cantidad, para sentirse bien cuando llega un hermano.
- CELEBRAR CADA BUEN DETALLE QUE TENGA EL MAYOR CON EL MENOR, E INVENTARNOS QUE EL MENOR TAMBIÉN TIENE DETALLES CON EL MAYOR: Esto me funcionó mucho. Mariana se sentía orgullosa de sí misma cuando podía alcanzarme un babero, o ayudarme a vestir a su hermana. Yo le decía a Elisa “Eli, tienes una hermanita que te ama mucho y te puso las medias”, y celebraba a viva voz todos esos pequeños detalles de ternura que tenía Mariana con ella. Y también procuraba “hacer quedar bien a Elisa”, cuando por ejemplo Mariana estrenaba sus juguetes o cogía sus implementos, diciéndole a Mariana que Elisa se los había prestado porque la quería mucho. Estos comportamientos liman la rivalidad entre hermanos. En este sentido me parece pertinente recordar que es muy contraproducente usar frases como “tú eres más grande y más llorón que tu hermano que es pequeño”, o en general, frases que hagan sentir mal a un hermano, por las virtudes del otro. Recordemos siempre que para hacer personas de bien, no tenemos que hacerlos sentir mal.
- TENER UNA MUÑECA PARECIDA A ELISA PARA MARIANA: Esto me alivianó mucho las cargas cuando no podía atenderlas a las dos. Le pedía a Mariana que también cambiara el pañal de su muñeca, a la misma vez que yo cambiaba el de Elisa; así mismo que la paseara en el coche, que la durmiera… Cuando definitivamente no podía atender las necesidades de las dos en el mismo instante, ésta muñeca “ocupaba” a Mariana y yo salía bien librada.
Ana María Franco
Escritora del blog Mamá Con Amor
“Comparto mi vida de mamá de dos niñas, las actividades, rutina e información; todo filtrado por el ❤