Para quienes me leen por primera vez, les hago una mini biografía de mí y mi embarazo.
Hace un año y seis meses me enteré que estaba embarazada, ¿mi reacción? ¡¡¡OMG, TENGO QUE EMPEZAR A COMER CARNE!!! Te explico, era vegetariana. Como microbióloga y persona interesada en la embriología, soy consciente que un bebé necesita hierro dentro de mamá y absolutamente nada tiene más hierro que un pedazo de carne. Continúo, me enteré de mi embarazo ya casi que, terminando el primer trimestre, son 12 semanas y yo tenía por lo menos unas 10. Era una adolescente (21 años) que amaba salir a bailar, regresar en la madrugada, tomar cerveza, incluso fumar cigarrillo. Sobra decir que todo esto lo hacía sin saber que estaba embarazada y, peor aún, en época de carnavales.
Sin embargo, me entero de mi embarazo y de la noche a la mañana dejo todo eso a un lado. Hasta ahí vamos bien. Jamás quise tener hijos, honestamente no estaba en mi plan de vida. Quería viajar, conocer el mundo, tampoco pensé en casarme o formar un hogar, solo quería viajar. Claramente, Dios (soy católica) me dio dos cachetadas y me dijo “ese no es mi plan para ti, lo siento”. En la actualidad, tengo un precioso y sano bebé que ya tiene un año a mi lado.
Mi embarazo fue muy hermoso, jamás me di golpes de pecho criticándome por haber quedado embarazada a esa edad, jamás pasó por mi mente la idea de abortar, no pensé en darlo en adopción, no pensé en separarlo nunca de mí. Hablando de sintomatología, no tuve náuseas, vómitos, mareos, malestares generales, dolores de cabeza, retención de líquidos, fastidio hacia olores, personas o lugares, nunca tuve síntomas de una mujer embarazada. Lo que siempre tuve, fue una enorme, pero ENORME barriga. En realidad, fue la barriga la que me dijo “hazte una prueba porque aquí hay alguien” (y una amiga que insistió). Así que desde los tres meses de embarazo tuve barriga.
Como les digo, fue un embarazo muy sano. Además de eso, traté siempre de llevar un estilo de vida sano y un ambiente ideal para el crecimiento de un precioso bebé. Comía mejor que antes, bailaba mucho, cantaba mucho (canto horrible, pero a Paolo le gustaba), dormía bastante. Todo lindo.
Pero, bueno… Cuando supe que estaba embarazada, me dediqué a investigar muchísimo, como microbióloga, me gusta mantenerme informada de todo y leer artículos, documentos y todo lo que sea para mi beneficio intelectual. Por ende, empecé a buscar artículos e información relacionada con los embarazos naturales. Normalmente había escuchado que un parto por cesárea es menos benéfico para el bebé que un parto vaginal, pero no tenía una respuesta clara del porqué. Leyendo, me “empapé” de información y decidí tener un parto vaginal, tanto así que trabajé por ello, hasta el punto de hacer yoga prenatal.
Paolo decidió desobedecerme desde antes de nacer. Nació por cesárea. No fue decisión mía, en realidad, el momento del parto no debe ser decisión de la mamá ni del doctor, debe ser decisión del bebé, ellos son más inteligentes de lo que uno cree. Mi hijo nació por cesárea debido a que fue un bebé muy grande (pesó 3950g y midió 52cm) y no pudo encajar para intentar pujar. Lo que quería decir que la única manera para salir era ayudándolo. Yo no quería, pero no era mi decisión, ya Paolo había escogido por mí.
Nació el 21 de octubre del 2018, 8:34 a.m. Actualmente, tiene UN AÑO… INCREÍBLE COMO EL TIEMPO PASA TAN RÁPIDO.
Recuerdo cada segundo del día anterior y el día en que nació, todo lo tengo tan claro como si hubiera sucedido hace una semana, quizás menos.
Este año como madre primeriza, soltera y que aún estudia en una universidad, me ha hecho madurar muchísimo. Me ha enseñado a ver el mundo de una manera completamente diferente a como lo veía antes. Ahora, por fin puedo entender esa frase que constantemente le escuchaba a mi mamá “cuando seas mamá lo entenderás” y sí, hay cosas que solo entenderemos cuando nos convertimos en padres, antes no.
En este año aprendí a pasar a un segundo plano, aprendí a amar de manera incondicional, aprendí a sacar fuerzas de donde creía no tenerlas para ayudar a un criatura tan frágil y delicada que dependía un 100% de mí, aprendí a organizar mi tiempo entre mi hijo, la universidad, el trabajo y en mí. No les digo que aprendí a tener paciencia porque les mentiría, aún estoy en ese proceso, no es fácil. Todavía me desespero con rapidez, pero un poco menos que antes. Aprendí a pasar noches sin dormir y no sentirme agotada al día siguiente.
Créanme cuando les digo que aprendí demasiadas cosas en ese año es porque en realidad así lo fue.
Los consejos y comentarios de los “opinólogos” siempre serán los mismo:
- Ten paciencia, no es fácil
- Ay no lo cargues tanto que lo vas a mal acostumbrar
- Dale leche de pote para que los demás puedan ayudarte a alimentarlo
- Esa marca de pañales es pésima, yo use “xx” con mi hijo
- Esa crema le dará pañalitis, escoge otra
- No comas esto porque se pasa por la leche
- Contrata a una niñera para que no tengas que esperar pegada al bebé todo el día
- No duermas con tu hijo, lo vas a malcriar
Si les puedo dar un millón más de frases que estoy segura en algún momento te das dieron. Por mi parte, siempre he sido muy contestona, al punto de llegar a ser grosera. Créanme que no ha sido fácil dejar eso a un lado y aguantarme ciertos “consejos” que hasta de mal gusto me parecen.
¿Qué consejos te ofrezco yo? Bueno:
- Sé perfectamente que no es fácil, pero muchas veces (casi siempre) la paciencia es la clave;
- Tu hijo depende un 100% de ti, pero eso no quiere decir que vas a “esclavizarte a él”, en caso de que tengas pareja, dedícale tiempo a él también, debes tratar de organizarte un poco;
- Prueba todas las marcas de pañales si hace falta, una vez que encuentres una que te guste y veas que tu bebé no reacciona negativamente a ella, no busques más, cásate de una;
- Aunque la recomendación de la OMS (Organización Mundial de la Salud) es dar LME (Lactancia Materna Exclusiva) los primeros seis meses de vida, soy consciente que no todas podemos. Ya sea por trabajo, estudios, viajes o porque simplemente, nuestro cuerpo o cansancio no nos lo permitió. No te sientes mal y trata de iniciar una lactancia mixta (leche materna y leche artificial), pero trata de hacer el máximo esfuerzo por no dejar del todo la leche materna;
- Sé que hay días en los que te sentirás agotada, no está mal que pidas ayuda. Cuando somos primerizas creemos que todo lo sabemos, sobre todo si eres como yo que te gusta leer. No vas a ser “menos madre” por pedir ayuda;
- No te sientas mal cuando un opinólogo te diga “floja” o “menos mujer” por haber tenido a tu hijo por cesárea. La mayor parte del tiempo no es decisión de nosotras eso. Si nació de esa manera es porque así debía ser, ignora a esas personas.
En el primer año de vida de tu hijo pasarán cosas que no se van a repetir. Escucharás por primera vez esa voz dulce decir “mamá”, lo verás voltearse en la cama con facilidad, observaras como empieza a gatear y, en menos de lo que crees, como empezará a dar sus primeros pasos. Empezará a comer, empezará a reírse a carcajadas. Será un año maravilloso en el que, sí te entiendo, estarás exhausta, pero créeme, todo, pero todo al final, VALE LA PENA.