Toda la vida he sido de viajar, me encanta ir en carretera conociendo todo lo que puedo, soy amante de la naturaleza, de la historia, de lo bueno de Colombia. No he salido del país, honestamente todavía no quiero salir, quiero conocer todo lo que pueda de aquí para luego ir a explorar en otras partes. Uno de mis sueños era terminar de estudiar para poder trabajar y ahorrar el dinero suficiente para poder viajar y conocer, pero, la vida me dijo “sueño pausado, ahora trabajarás y ese dinero no será para ti, sino para tu bebé”. Así es, mi bebé.
Cuando viajo, generalmente, llevo lo básico, si voy un fin de semana, con cinco mudas de ropa es más que suficiente, cepillo de dientes, desodorante, pijama y estoy lista, ni siquiera un cepillo para peinar porque no me peino. Ahora, la cosa con un bebé es diferente.
Paolo, mi familia y yo, hicimos nuestro primer viaje. ¿Qué llevé?, de todo, sigue leyendo y te darás cuenta. Pensé que el viaje sería larguísimo. Pensé que Paolo no dormiría, lloraría mucho, perdería el apetito, una vez llegáramos a Cartagena la noche sería tenaz porque extrañaría tanto su cama que no iba a dormir, me imaginé una película de terror, pero ¿por qué? Resulta que, leyendo, me encontré con muchas mamás que dijeron que el primer viaje con hijos abordo es horrible, es traumático, es exhausto, uno se lleva mucha cosa y no usa nada, mejor dicho, un sinfín de quejas, en realidad.
Iba con la mentalidad llena de negativismos por todo lo que había leído. Pero, también sé que no todos los bebés son iguales, al igual que mamá, no todas las mamás somos iguales. El viaje de ida, Paolo iba feliz mirando por la ventana, al poco tiempo se durmió y se despertó justo cuando paramos en la carretera para almorzar, él se tomó su tete, se quedó despierto jugando con nosotros y nuevamente, cuando arrancamos, se volvió a quedar dormido. Llegamos al hotel y se despertó, estuve pendiente de todo y de todos, sonreía todo el tiempo. Esa noche, la imaginé muy fuerte, como ya les comenté, pero no fue así. Paolo se durmió a eso de las 10:00 p.m. y despertó a las 8:45 a.m., así que sí, fue una noche magnífica, obviamente durmió conmigo en la cama.
Ahora, ¿cómo hice con el baño? No iba a llevarme la bañera, aunque por un momento lo pensé. Lo bañaba en el lavamanos del baño de la habitación, él se moría de la risa viéndose en el espejo (ama hacer eso) y viendo como el agua caía en sus pequeños pies. Le encantaba tanto el baño que daba gritos cuando cerraba la pluma y le colocaba la toalla.
Con las mudas de ropa… Exageré un tanto, me llevé TODA la ropa de 6 meses que tenía en su cómoda. Jeans, bermudas, bodies, camisetas, TODO lo llevé conmigo. Resulta que con bebé no aplica: “en la mañana me coloco esto, en la tarde esto y en la noche por si salgo esto otro”, con ellos no es así. El caso de mi hijo es especial debido a que vomita todo el tiempo, por ende, la frase era algo como “esto se lo coloco en la mañana, y estas tres mudas por si se vomita, esto se lo coloco en la tarde y estas otras tres mudas por si se vomita esto” y así repetidamente.
Lo más complicado fue la cuestión de esterilizar sus teteros, ¿por qué? Porque el esterilizador de mi hijo no es eléctrico, sino de microondas, y claramente, en las habitaciones no tenemos ese bello electrodoméstico. Así que, lavaba los teteros en el lavamos (hasta el jabón de lavar me llevé, con sus cepillos (uno para los teteros y el otro para los chupos del tetero) y lo llevaba al restaurante del hotel. Muy amablemente los señores que trabajan ahí me hacían el favor de esterilizarme los teteros como yo les explicaba. Lo mismo que me sucedió con el agua de los tetes, me llevé el termo donde mantengo el agua y cuando se me estaba acabando, ellos me daban agua hervida para poder volver a llenar el termo. Todo esto durante el fin de semana.
Ahora bien, explicado el tema de la ropa, los teteros y el baño… ¡¡¡LOS PAÑALES!!! Me llevé un montón, ahí si acepto que exageré muchísimo. A medida que nuestros bebés van creciendo, van disminuyendo el número de veces que hacen popo y que orinan. Si antes cambiaban el pañal cada cuatro o cinco horas, ahora el pañal puede aguantar unas siete horas.
Algo que sí me pasó, fue que, como les mencioné, Paolo vomita bastante, me llevé todos los baberos del niño, tanto los súper lindos, como los que fueron heredados, todos los baberos. La noche antes de regresarnos, Paolo había vomitado su último babero, así que esa mañana, tuvimos que ir a una tienda (que quedaba ahí mismo) para poder comprarle un paquete de baberos porque no tenía para viajar o para tomar tete cuando quisiera. Supongo que algunas se preguntan, “¿por qué no le das el tetero sin babero?”, por la sencilla razón de que es un desastre darle tete porque no se queda quiero, derrama muchísimo la leche y vuelve nada la ropa, además de esto, la leche se le va para el cuello y eso lo brota, en resumen, no puedo dárselo sin el babero, me toca evitar.
Entonces, para terminar, el primer viaje es una experiencia increíble, es hermosa, sí, uno anda por mucho chechere (traduce = cosas), ya saben que la pañalera es la mejor amiga de nosotras, pero, a pesar de tener tanta cosa encima, uno disfruta, es una “escapatoria” a nuestra rutina, variamos un poco, vivimos otras aventuras, no lo mismo de cada día. ¿Mi recomendación?, viajen y creen sus propios recuerdos de su primer viaje con un bebé.