En este mes de la lactancia materna, nuestras redes sociales, correos y hasta estados de WhatsApp se llena de conmemoraciones por esta fecha. Mamás lactando, mostrando sus meses exitosos de lactancia exclusiva y a veces, mensajes hirientes para las que no pudimos hacerlo.
Muchas veces me he sentido excluida por no dar la talla, porque se supone que TODAS las mamás pueden (menos yo) y sobre todo porque, aunque en fechas como éstas soy de las pocas mamás que no tiene una foto con las lolas afuera mientras grita orgullosa que la conexión teta-hijo es única…puedo decir que incluso así, me siento MUY orgullosa.
Orgullosa de haber sentido esa conexión, la mía. No la que se compara con la de las demás.
Orgullosa de haber podido comprar cada tarro de leche especial para un niño alérgico sin haberme quebrado del todo.
De haberme dejado de comparar y sentirme mal cada que alguien no se explicaba porque yo no pude si “la naturaleza es perfecta”. Orgullosa de haberme salido del círculo de la culpa/lactancia/6meses para vivir mi plenitud/tetero/2años.
Y pues yo hoy les digo que: La naturaleza es perfecta, pero yo no. Lo intenté mucho y que si no lo intenté más tampoco me dejó insatisfecha. Que, aunque hubiese sido hermoso ya fue hermoso como fue. Mis hijos son sanos, fuertes, inteligentes y amorosos.
Que felicito a las que sí y animo a las que no. Porque no se trata de la teta, el tetero o las sondas. Son las ganas, el amor y los cuidados.
Lactar debe ser hermoso, estoy segura. Y que lo celebren abierta y orgullosamente me parece maravilloso porque amo la visibilidad ante un tema tan importante para la maternidad. Que se normalice sacar las lolas al aire, que se normalice la lactancia hasta que mamá y bebé decidan, que se disfrute y se aplauda siempre.
Yo siento que hice lo suficiente, llamé a las asesoras, lloré por querer vivir el proceso, me tomé todos los remedios recomendados, me sentí juzgada, mala mamá y poco suficiente. Te confieso que para mi no fue fácil y para ninguna mamá no lactante. Así es nuestro proceso: El tetero debe darse recién hecho o se daña, así que cada 3 horas tenía que levantarme de mi cama, caminar a la cocina, abrir el tetero, abrir el termo, poner el agua, abrir la leche, poner las onzas correctas, cerrarlo, batirlo y dárselo a mi bebé. Darle su alimento, volverlo a acostar e irme a lavar el tetero para que no cogiera bacterias. Y así, todos los días. ¿Saben cuántas veces quise sacar una lola en mi cansancio y seguir durmiendo? ¡muchas! Pero simplemente no pude y no se dio.
No fue fácil, no fui floja, no fui mala mamá y debo confesar que no fui capaz.
No me juzgues, no nos juzgues y si quieres no nos entiendas, sólo respétanos, celebra esa gran virtud que la vida te regaló, agradece ese maravilloso momento, disfrútalo, eres afortunada y sobre todo, ten compasión de quienes no quisieron o no pudieron. Todas amamos a nuestros hijos y bajo cualquier forma de hacerlo fue con el mayor amor. Mis hijos crecieron con un tetero al lado, son sanos, hermosos, amados, humanos. Somos iguales, no nos juzgues.